Mirando las cosas con perspectivas, todo lo que recuerdo de mis estancias hospitalarias, varias de ellas largas, son cosas buenas y divertidas, las carreras en silla de ruedas, o con los palos de los sueros (antes no existían las vías de vacío y estabas enganchada al suero siempre para conservar la venita), los juguetes, la buenas enfermeras que se enrollaban y jugaban con nosotros, etc. La mayor parte somos de lo más felices, y cuando empezamos a tener conciencia no nos gusta ver a nuestras madres y padres tristes.
Madres y padres, que nunca os vean tristes o preocupados, los niños son siempre muy positivos y optimistas, pero se contagian del ánimo de sus progenitores, que nunca os vean con una lágrima en la cara.
Yo a mi madre nunca la ví, siempre la ví entera. Sé que lloró y lo pasó mal, pero yo siempre sabía que me iba a curar porque mi mamá estaba alegre porque me iba a poner buena.
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