domingo, 29 de xaneiro de 2012

mis hermanos

En el grupo que tengo en el caralibro del blog, alguien me pido una vez que escribiera la experiencia de mis hermanos en mis intervenciones. Es una tarea harto complicada, primero porque serían ellos quienes deberían escribir y no creo que lo hagan y otra porque mi relación con mis hermanos es muy distinta entre ellos.
Tengo un hermano, cuatro años mayor que yo. Mi relación con el es poco íntima, lo es ahora y se podría decir que siempre lo fué. Por circunstancias de la vida nunca hemos jugado juntos y no creamos unos vínculos muy intenso. ¡Ojo! con  esto no quiero decir que no quiera a mi hermano, simplemente no tenemos un vínculo de hermanos íntimos. Por eso a el ni me atreví a preguntarle sobre como llevaba las tres ausencias largas mías y de mi madre.
Pero si le hice la pregunta a mi hermana. A la que llevo cuatro años y con la que sí tengo mucha intimidad. No en vano jugábamos siempre juntas, luego salimos de fiesta juntas, compartimos camino de colegio unos años, de instituto un año y compartimos habitación hasta mis 22 y sus 18 (año arriba año abajo), aún hoy en día, como ya sabéis, la relación entre nosotras es muy intensa. La pregunta le dejó algo descolocada, creo que sin saber que contestar dedujo que al final nada especial tuvo en su vida tener una hermana con una cardiopatía congénita. Preguntándole sobre las ausencia de mi madre cuando estaba conmigo en Madrid, también dice que no cree que le afectaran. 
Creo que lo segundo es explicable. Mis hermanos, nunca estuvieron desatendidos por las ausencias de mi madre. Tiene su explicación creo que por varios motivos. Cuando vivían en la aldea (la ausencia del 86 de más de un mes y la del 88 todo un verano) nunca les faltó de nada. Mis abuelos, mi padre y demás familia los atendían como si fuesen propios, bueno de mi padre lo eran. En el verano, mi hermana se fue a casa de una tía paterna que tenía un hijo de su edad y por las tardes la llevaba a la playa (cosa que recuerden mi máma no hacía), ¿como iba a tener tanta tristeza un verano que se lo pasó en grande a sus siete años? Seguro que echaba de menos a su mamá, pero con ese entretenimiento la ausencia se llevan mejor.
El año 90 se quedaron en Santiago porque aún tenía colegio y ya vivíamos aquí, pero ni en eso mi hermana dijo que sintiera nada especialmente malo. Tenía ya nueve años, y sabía que su hermana tenía que irse a Madrid a operarse del corazón. Se quedaron con mi padre y seguro que los fines de semana se lo rifaban las tías para que comiesen en su casa, ¡si las conoceré yo!
Además ese año mi vuelta fue toda una fiesta para mi hermana, porque vino por primera vez a Madrid. La trajo mi padre cuando nos vino a recoger porque nos daban el alta y aún pasamos unos días (malísimos con ola de calor) en Madrid para que mi hermana pasease algo por allí.
Conclusión. Creo que l@s herman@s sufren las cardiopatías congéntas nuestras tanto como sus familias quieran, es decir explicar siempre que pasa, porque tienen las madres y padres irse unos días lejos y estar todo el día fuera, y sobretodo tener una red de apoyo que sustituya eses días la ausencia, normalmente familia extensa donde los vínculos sean ya bien formados.

mércores, 18 de xaneiro de 2012

mi primer cole

Hace mucho que no os escribo. Eso es porque mi vida se ha vuelto rutinaria y poco hay de novedad en ella. Entonces, ¿que contaros?. Pues algo de mi niñez, mi primer colegio.
El primer colegio al que he asistido quedaba a más de un kilómetro de la casa de mi abuela. Y no había bus. No, no. Así que había que ir andando. Tampoco había comedor, por lo que tenías que ir a comer a casa. Si vais echando cuentas, andaba unos cinco kilómetros al día. Tengamos en cuenta más variables, seis años, Galicia, lo que es igual a inviernos duros de frío y lluvia. Es verdad que cuando llovía mucíisísimo siempre había algún padre que nos acercaba en coche.
Fuí a ese cole durante tres cursos. El primer año compartí camino con la amiga que aún conservo desde los cinco años, curiosamente diez días mayor que yo. El segundo año se unió a la comitiva otra niña que era dos años más pequeña que nosotras. Al principio alguna abuela o madre nos acompañaba pero después hacíamos el camino cuatro veces al día las tres. A veces también también se unían los niños, pero ellos eran más rápidos, y no les llevaba el camino más de media hora como a nosotras. ¿Y por que nos llevaba más de media hora a nosotras? Pues si, por la Moka, que ella siempre iba a su pasito lenta, nunca tiene prisa.
El camino más duro era el de la mañana. siempre me costó levantarme, pero de aquella también costaba que desayunase. Así que acaban dandome la leche a cucharazos mientras las otras niñas me iban a buscar a casa y me metían prisa porque íbamos a llegar tarde, y era así muchas veces, llegábamos después de las palmadas que anunciaban la entrada en las aulas. En mi primer cole tampoco había timbre, era uno de los profes el que empezaba a dar palmada, muy sonoras por cierto, que indicaban la entrada a las aulas. 
El mejor camino era el de vuelta por la tarde, y sin duda ya en primavera. comenzaban las flores, así que por  el camino, una de las cosas que solíamos hacer era un collar de unas flores amarillas llamadas pampillos y una hierba que no se cual es. 
Eso es lo que hice durante tres años, caminar casi cinco kilómetros diarios con dos cuestas arriba bastante feas (cuando iba hacia el colegio) y dos cuestas abajo que casi ibas sola (cuando iba hacia la casa). Los dos primeros años sin ningún tipo de tratamiento, ni quirúrgico ni farmacológico de mi cardiopatía congénita. 

 

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