luns, 25 de abril de 2011

el balance de un año

Hace unos días celebramos el primer añito de mi ahijado. Me parece que fue aún ayer cuando mi madre me avisaba que mi hermana estaba ya de parto y que partíamos para Madrid. Cuando llegamos el niño ya había nacido y era tan pequeñito, ahora ya anda. Pero no son los avances del niño lo que os voy a contar, sino mi año.
Haciendo balance, ha sido uno de los mejores años de mi vida, sobre todo de la última mitad. En este tiempo he cumplido un año de noviazgo. Muchos direis, ¡eso no es nada!. Analizando mis parejas pasadas, ninguna que fuese oficial a sobrepasado ese tiempo, es decir, es mi primer aniversario.
Otra novedad es que ahora soy una persona laboralmente activa. Ya no soy una parada de larga duración y sin experiencia. Tengo un trabajo que me gusta mucho, y además me encanta lo que hago y con quién trabajo. ¡Qué más se puede pedir!. Bueno si, lo confieso, un mejor salario, pero para ser el primer trabajo y no pedirme experiencia bien me vale. Me vale porque no tengo una hipoteca ni familia que mantener, que si no...
Pero tengo que confesar, que casi lo que me dá muchas satisfacciones ultimamente es este blog. Lo comencé con mucha ilusión. El objetivo era contar a todas aquellas madres preocupadas por el futuro de sus hijos, que hay gente que llevamos una vida normal después de que nos reparen. Para dar la visión positiva y de esperanza, para demostrar que la lucha no es en vano. Pero la cosa fue sin casi darme cuenta a más, y sé que me lee gente que nada tiene que ver con las cardiopatías. Me emociona saber que me lee mucha gente, que soy seguida, algunos de ellos desde países que me sorprenden, personas que no conozco, personas que conoceré, personas que nunca llegaré a conocer. Es verdad que ya no escribo tanto, pero me dais mucha fuerza saber que esto sirve para algo bueno. Espero cumplir un año de blog, y otro más, y otro...

martes, 19 de abril de 2011

los viajes a madrid (primera parte)

En las páginas que visito de cardiopatías congénitas, algunas personas han comentado lo poco que le gusta ir a las revisiones por miedo. Otras también han comentado que se tiene que desplazar grandes distancias. Esto último lo compartía. Cuando aún me llevaban en Madrid, tenía que recorrer más de 600km para ir a las revisiones. Pero lejos de ser para mí un suplicio, era toda una alegría. ¡Me iba de viaje! Cada año esperaba esos dos días de viaje a Madrid con unas ganas tremendas. En cualquier época, la niñez, la adolescencia, cuando ya he ido de chica, me encantaba ir.
Cuando era niña, de lo que más me gustaba era ir en el tren. Íbamos (siempre me acompañaba mi madre) en el Tren-Hotel Rías Altas. Viajábamos en litera, que en aquella época eran seis. Siempre las de abajo, no vaya a ser que la niñita se cayera. Me encantaba ir en el pasillo, así veía todas las personas que iban en el tren y si podía usaba la excusa de mi edad para hablar con el primero que me sonreía, cosa que a mi madre nunca le gustó y en cuanto podía me sacaba del pasillo y me metía en la litera a dormir. Dormía toda la noche, hasta que una hora antes de la llegada nos tocaban la puerta para ir preparándose, y me lanzaba de nuevo al pasillo donde ya estaban las primeras personas echándose el primer pitillito mañanero, porque de aquella se podía fumar en ciertas zonas de los convois.
La primera mañana era una odisea. Llegábamos a la Estación de Príncipe Pío o también llamada Estación del Norte. Actualmente, esa estación es un centro comercial. Llegábamos, y después teníamos que cruzar medio Madrid en metro o en cercanías para llegar al hospital y, a todo esto, aun cargadas con la maletita, bueno vale, la cargaba mi madre. Llegabamos y nos dirigíamos a todo correr a donde las enfermeras a ver si teníamos la suerte de que aún no se fuesen a desayunar. Casi nunca tuvimos esa suerte. Teníamos que esperar a que volvieran de desayunar y nos dijeran que teníamos que llegar a las nueve que era la hora que teníamos la cita para coger los volantes. A ver quién se lo dice al maquinista del tren. Al final, nos daban los volantes; análisis, Rx-toráx, ECG y ECO. Primero análisis, que la niña aún estaba en ayunas. Llegábamos, se había acabado la hora de extracción, pero ya se sabía la canción de que los de fuera siempre llegan tarde y había una enfermera te pinchaba. Os voy a confesar algo, era el único momento que lo pasaba mal, y las montaba, porque yo era muy buena, pero cuando había una aguja por medio, me convertía en la terrible Hulka. Eso sí, al final me pinchaban.
Llegaba el momento de desayunar. Nos íbamos al sírvete tú mismo (léase self-service) del hospital, y mi madre me dejaba cogerme un pastel con el cola-cao. Come rápido niña que aún nos queda el resto.
Venga corriendo, hazte la placa. Ponte de frente, las manos en la cadera, pégate bien a la placa, "¡qué fría está, leñe!; - Cuando yo te diga aguanta la respiración niña - te decían, y seguían - respira, no respires, ya puedes respirar. 
- Ponte de lado,brazos arriba. ¡Uy, si ya te lo sabes!. Pégate bien, respira, no respires, ya puedes respirar. 
Tú mamá te vestía corriendo, corre, corre, al electro. Puro trámite, porque te lo hacían nada más llegar. Eso sí, vuelta desvestirte.
- Ahora quieta, no te muevas nada.- Caca, moví el ojo.
Vístete, corre, al ECO. Aquí a esperar hasta que te toque. Te toca, desvistete. Se hacía en una sala semioscura y además era mucho tiempo, casi estaban media hora andándote con esa cosa por tu cuerpecito para ver manchas incomprensibles en una tele. A mi me venía muy bien, porque siempre me dormía una siestecita. - Venga Mónica ya hemos terminado, vamos a llamar a tu mamá, te vistes y te vas ya.
Así era la mañana. Si quedaba tiempo, íbamos a llevar la maleta a la pensión dónde solíamos pasar la noche, sino comíamos antes, en le sírvete tú mismo, y cogía lo que me daba la gana, porque mi madre esos días me consentía de todo. Si, si, incluso un pastel de postre.
Las tardes de esos viajes eran de paseo. Visitábamos algo de Madrid, o íbamos a un centro comercial cerca, La Vaguada, que ya forma parte de mi vida. Hace mucho que no voy, pero tengo que reconocer que cuando voy aún me recorre algo por el cuerpo, y eso que ha cambiado con los años.

sábado, 9 de abril de 2011

hablemos de sexo

Un tema que aún es difícil de hablar, a pesar que ya no es tabú es el sexo y la sexualidad. Pero si lo llevamos al tema de las cardiopatías ya muchos piensan en presuposiciones erróneas. ¿Tenemos más peligro de mantener relaciones sexuales como los "demás"? Supongo que si tenemos riesgos, seríamos advertidos por los médicos, pero si nos dicen, puedes llevar una vida normal, se supone que en esa vida normal está incluido el poder mantener relaciones sexuales. Pero siempre queda la duda, porque claro, corazón "débil", más probabilidad de que falle en un momento íntimo, y si vimos pelis (existe una comedia) donde a un señor le da un infarto en plena relación, pues te da que pensar.
Personalmente, nunca me he planteado tal tesitura. Cuando me llegó la edad y decidí mantener mi primera relación, no me plantee si podía pasarme algo. Tú y tu cuerpo ya te dice que no va pasar nada, así que mantuve mi primera relación y las siguientes hasta el día de hoy, de forma natural y sin miedo nunca. Sé que el día que no sea así mi cuerpo ya me dirá que no lo haga.
Pero una relación sexual suele ser una cuestión de dos, y en eso si encontré, muy poquitas veces tengo que decirlo también, prejuicios por presuposiciones de nuestra supuesta debilidad, y no valla a ser que me acueste con la chica y empiece a darle algo malo.
Para los que tenéis niñ@s, tenéis que saber que crecen, y si ya es difícil hablarle de sexualidad y sexo, os entra la duda de como tratar el tema si es cardiópata. Ya no solo está el tema delicado en si, sino pensar que tu hij@ va a poder mantener relaciones con toda normalidad y que no pase nada. Una recomendación os doy, hacerlo de forma normal y natural como lo hariais con cualquier otr@. Hablarle de lo que es, con las recomendaciones que creais oportunas, y siempre desde la salud sexual, no desde la preocupación de la cardiopatía.
 

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