mércores, 30 de marzo de 2011

día de visitas

Hoy tocó día de visitas. Primero cardióloga, después farmacia y finalmente marcapasos. Todo bien. La pila del marcapasos sigue con energía. Es la tercera. Las anteriores duraron cada una siete años, así que cambié las baterías en el 97 y el 04. Esta tiene pinta de durar más. Ya que este año tocaría cambio, pero se ve que aun le cuerda para rato, claro que si sigo dándole caña, a saber. Próxima revisión en seis meses.
En la farmacia me han surtido para dos meses.
Pero lo mejor del día ha sido la visita a la doctora. Llegué allí, me metieron directamente en la sala del eco y cuando entró: 
- Tengo muchas cosas que contarte - le anuncié toda contenta.
- Serán buenas - secundó.
- Buenísimas. La primera es que trabajo.
Le expliqué lo del trabajo, donde trabajaba, que hacía, algo de la empresa, ect. Pero después le conté lo del blog y la entrevista. Cuando pasamos al despacho se paseó por internet y leyó algo del blog y algo de la entrevista que finalmente imprimió. Creo que le gustó la iniciativa y lo que estaba haciendo.
Hoy en la consulta, también me explicó lo que me habían echo con la fontán. Me informó de cuatro cosas que no sabía como lo de la hipertensión pulmonar. Bien, y me he enterado que no puedo subir a montañas altas, ni al Teide, una de las visitas que un día quería realizar. Tampoco viajar en avión durante muchas horas, ya me dirán ustedes como voy a visitar ahora Buenos Aires, ciudad que desde hace diez años me ilusionaba ver y pasear. De lo demás, todo muy bien. Eso ya lo sabía yo, pero está bien que la doctora te lo confirme. 

Me gustaría también recordar a los que me siguen que hay un grupo del blog en el caralibro (léase facebook). Me gustaría conoceros, saber quienes sois, incluso las personas de Croacia y Japón, que me tienen muy intrigada. Además tengo ideas para que el blog sea mas participativo e interactivo. Venga, animaros y vereis, si no os gusta, siempre os podeis salir.
El grupo es: blog de moka: diario de una fontan.

martes, 22 de marzo de 2011

o guindastre

La aventura de hoy es para demostrar lo despistadita que soy. 
Hoy me he llevado el coche a trabajar para hacer unos recaditos que me hacía falta para el mismo. En el primer recado que hago, veo un sitio de estacionamiento y aparco el coche. Desayuno y cuando me dispongo a entrar en el juzgado veo que Cachuli (nombre del coche de mi papá) sigue allí tranquilamente. Realizo el trámite, nada, diez minutitos escasos. Cuando miro hacia donde debería estar aparcado Cachuli, hay otro coche, y además veo que una grúa se está llevando el coche que estaba aparcado al lado, y otra más a la espera para trabajar. Giro la vista hacia la izquierda y veo el guindastre (grúa en gallego, es que me hace mucha gracia el término) que se lo lleva, atadito, como si fuese un perrito malo. 
- PÁRELOOOOO - le dije a uno que estaba debajo.
- No se puede, ya tienes que ir a por el depósito.
Aunque os parezca mentira, me dió la risa, esa risa entre tonta y nerviosa. Le pregunté, por el número de tefefono del depósito municipal.
Llamé: -Buenos días, me llevaron el coche, ¿cuánto me cuesta sacarlo?
- ¿Qué marca es?
Se la digo.
- Aquí no trajeron ningún coche de esa marca.
- Va de camino.
Me dice el precio. Me costó exactamente, 53.11€, multa aparte que llegará a casa de mis padres un día de estos.
Para allá tiro, a la parada de bus de la línea corrspondiente, unos diez quince minutos a pie. ¡Bien! Me pasa un bus nada más poner el pié en la parada. Me bajo en la parada correspondiente, y tengo que caminar otros cinco minutos. Hoy llevaba zapato plano, sin problemas.
Llego, y desde la recepción veo a Cachuli, allí, solíto, como preparado para salir, sabiendo que iba a su rescate. Pago, me monto, acaricio el volante, enciendo la radio, y le digo: - Tranquilo, ya nos vamos de aquí.

P.D.: había aparcado en el sitio reservado para la fiscalía.

luns, 21 de marzo de 2011

una tarde de senderismo

Ayer hizo una tarde expléndida de primarvera. Así que que mejor plan que ir de picnic (léase comer en el campo, haya o no merendero) y luego hacer un poco de senderismo.
Era una buena idea a las ocho de la mañana cuando nos despertamos y nos levantamos. Si, leeis bien, ¡un domingo, a las ocho de la mañana y ya me despierto!, mi ciclo sueño-vigilia ya es de mujer trabajadora. Nos fuimos al Parque Natural del Río Barosa. Llegamos después de pasar la mañana paseando por un mercadillo y haciendo unas compritas para renovar el armario de primavera-verano.
Cuando llegas ya ves las pequeñas cascadas que hace el río y que cuya fuerza hidráulica era aprovechada antiguamente por los molinos que se ven en su margen derecha.
Yo ya tenía hambre, así que nos disponemos a buscar un sitio, pero todas las mesas ya estaban ocupadas, así que tiramos las toallas a la sombra de unos arbolitos a la orilla del rio. Instalados, nos hicimos los bocatas y luego de comer me tumbé. Después del paseo mañanero y los bocadillos mi cuerpo pedía siestita, pero mi novio paseito, y mi cuerpo siesta y mi novio..., ganó mi novio.
Comenzamos la ruta cuesta arriba, por escaleras y lo que hacía de amago las escaleras. Mi cuerpo no me respondía al medio minuto quería dimitir, pero la mirada de mi novio me decía que ni se me ocurriese. Seguí subiendo y llegamos a un descansito donde había un banco donde bien me sentaba yo. Estaba ocupado por una chica que nos dijo como estaba señalado el sendero para ir siguiéndolo, además de decirnos que era de cuatro kilómetros; ¡cuatro kilómetros de subida!, me planto, ¡yo me planto!. Mi novio comentaba que no podía ser subida todo, que seguro que luego era llano. Lo miré con cara de; ¡más te vale! Así que seguí un rato a ver si era verdad. Y era verdad. Un poquito más arriba el sendero era llano, mejor o peor transitable, con algún obstáculo, como el de pasar por debajo de un tronco caído, o de cruzar un pequeñito reguero. Lo que siguió de la tarde de senderismo fué hermoso. Si caminabas en silencio, aparte del sonido del correr del río, podías oír como pequeños animales se movía por la maleza o los árboles, así como, el cantar de los grillos.
Llegamos al final de la mitad y dimos la vuelta. En esa parte de la ruta, encontramos una piedra que se metía en el remanso de un río. Mi chico tuvo la idea de sentarnos allí a descansar, yo la idea de descalzarnos y mojarnos los pies en el agua del río. Dos ideas grandes. En un momento dado, allí sentados, nos quedamos callados, y de pronto nos dimos cuenta del sonido del río, era tan, tan, tan... relajante. Daban ganas de quedarte alli horas escuchando ese ruidito tan arritmico y acompasado a la vez y con los pies fresquitos, pero ya sabemos que todo lo bueno se acaba, así que cuando consideramos que era oportuno volver, nos calzamos y retomamos la ruta. Esto os digo; mis pies iban como nuevos.
Después de hora y media caminando, y ya cuando nos quedaban cuatro escalones para llegar al punto de inicio, voy, y me caigo. No pregunteis cómo, yo supe que me había caído, cuando estaba en el suelo. Así de rápido pasó, que no se si resbalé o me falló la rodilla, o qué sé yo, solo se que de pronto estaba con el culo y toda la espada en el suelo. Sintomas: dolor difuso en la zona posterior-lateral-izquierdo. Sin diagnóstico que cause baja laboral.







sábado, 19 de marzo de 2011

mi padre

Hoy es el día del padre, así que no encuentro mejor ocasión que hablar de mi padre.
Mi padre es uno de los numerosos hijos de mi abuela. Debió de decidir montar un equipo de fútbol, porque se pasó media vida embarazada. Sobrevivieron a los dos años once de sus hijos, pero yo solo llegué a conocer siete tías y tíos. Hoy en día solo quedan seis de esos niños. Podéis imaginaros, tantos niños en una casa pequeña y pobre. Así era, por eso mi padre comenzó a trabajar con sólo trece añitos. A los dieciseis se embarcó en un pesquero que naufragó cerca de Francia. Esa fue la única vez que mi padre trabajó en la mar. Luego, como la mayoría de sus hermanos decidió emigrar y acabó en el año 1968 en Francia. Se casó con mi madre en 1971 y se la llevó a Francia, allí comenzaron a formar una familia.
Se podría decir que mi padre era el padre típico, el que trae el dinero a casa, delegando la educación de su hijo e hijas a su madre. Yo no creo más bien que la portavoz de las decisiones era mi madre, por eso daba la sensación de que no tomaba parte de nuestra crianza. Pero debido a eso, a veces ocurrían situaciones a menudo curiosas.
Podía pasar que quisiera ir a dormir a casa de una amiga, que dicho sea de paso, realmente era para salir de fiesta hasta altas horas, le solía preguntar a mi madre como era de costumbre.
- Máma, ¿puedo ir a casa de mi amiga?.
- Pregúntale a tu padre.
- Papi, ¿puedo ir a casa de mi amiga?
- Pregúntale a tu madre.
- Ella me dijo que te preguntase a ti.
En momentos así, mi padre ponía cara de circunstancias, de no entender la situación. Ante tal anarquía, Mokiña no se iba a casa de su amiga, sino que salía hasta las tantas de fiesta.
Una de las miniconversaciones que recuerdo de mi padre, fue una vez que yo salía con un chico mucho mayor que yo. Estaba claro que mi familia no estaba muy de acuerdo. Mi madre me lo recordaba a menudo, y miraba con mala cara cada vez que me llamaba a casa o salía con él. Un día bajé al sótano donde estaba trabajando mi padre. De pronto me dice:
- Mónica, a ti te gusta es chico.
- Si.
- Pero es muy mayor.
- Ya.
- Es que el tiene más experiencia, y puede hacerte mucho daño.
Me sorprendió. Normalmente era el que dirán. No, mi padre era la preocupación de que a su hija la hicieran sufrir. Creo que esa cualidad de la lógica y la práctica de mi padre, es de las que yo he heredado, o de las que he aprendido de él.
Mi padre, al que le encanta el campo y cuando puede se escapa a la aldea a meterse en su sótano. Mi padre, el que nos amenizaba las cenas con malos chistes en un mano a mano con mi hermano. Mi padre, el que nos llevaba a veces a la playa y se hinchaba a comer berberechos en un mano a mano con mi hermana. Mi padre, era ese que solo podía venir a Madrid cuando me intervenían y luego se tenía que volver a Galicia hasta que me daban el alta. Mi padre.
¡FELIZ DIA DEL PADRE!

martes, 15 de marzo de 2011

el bichocán

Leyendo el blog, parece que sólo tuve aventurillas de niña. Pues no es así, es más hoy os contaré una que ya tuve de "mayor".
El verano pasado me fui de camping con mi novio. Un camping con una playita al lado, tranquilito, porque mayormente era familiar. Enclavado en un marco natural con flora y fauna a observar, o eso dijeron por la megafonía a mediatarde.
Allí llegamos por la mañana. Montamos nuestro chalet de lona, ¡que trabajito nos ha costado!. Pasamos la tarde y a la noche nos disponemos a dormir en la habitación. Como hacía algo de calor, decidimos dormir con la cremallera sin echar, es decir, con la puerta de la habitación abierta. 
Todo comenzó a la una y media de la madrugada. De pronto noto que el colchón se mueve y me despierto y veo un animal a mis pies. Al incorporarme con el susto el animalillo también se asustó y paso a lo que seria el salón del chalet de lona, mientras yo despierto a mi novio: -Cariño, cariño, hay un "bichocán" (léase bichoperro) en la tienda. Él se incorpora y con los ojos aún pequeñitos centra su vista en el animal y dice tranquilo: - ¡Si es un zorro!  - Vete, vete - le dice al zorro agitando la mano. El zorro todo obediente se va de nuestra casita. Yo cierro la cremallera.
Las tres y media de la mañana. Me vuelvo a despertar porque oigo a gente hablar fuera de la tienda. Agudizando el oído, oigo (valga la redundancia) que están hablando del zorro y que a uno de los niños de la tienda de enfrente le hizo daño cuando ambos se asustaron. -Cariño, cariño- vuelvo a despertar a mi novio - a los de enfrente les atacó el zorro. Nos levantamos y nos unimos al grupo que estaba ya buscando si el zorro seguía en el camping. El grupo lo formaban los padres, un chico de otra tienda a la que el zorro también había entrado y el gerente del camping con un perro. Charlando, dedujimos que el zorro estaba acostumbrado a los seres humanos, que no les tenía miedo; que ya en alguna ocasión alguien le habría dado comida y ahora entró a buscar. En algunas tiendas había bolsas revueltas. Allí estaba la cuestión: el zorro quería comer. Nos volvimos a dormir, en mi caso más bien a intentarlo.
Cuando ya por fin comenzaba a dormir, a eso de las cinco y media, mi cerebro volvió al sentido de alerta: ruidos en la tienda. Oía como el zorro removía por las maletas. - Cariño, cariño, el zorro está en la tienda. Mi novio despertó y también oía al zorro revolver. - Fuera, fuera-. El zorro que oía pero no nos veía comenzó a correr por la tienda, dando vueltas por la lona que hacía de habitación, y mi novio, dando con la mano y el pié para que se fuera, hasta que cuando estiró un pié, el zorro que se sintió atacado por la lona le clavó el diente, y además de hacerle un agujero a la lona, casi le hace a un dedo del pié de mi novio. Lo oíamos correr, subirse al sofá, hasta que se fue. 
Volvimos a salir de la tienda. Fuera seguían los padres y el gerente que iba detrás del perro que perseguía al zorro. Nada. Desapareció. Pero mi nerviosismo estaba ya en su punto más álgido. ¿Cómo dormir?. Seguro que no sería capaz. Así que decidimos vestirnos y coger una toallita para dar un paseo romántico por la playa. 
Lo que tiene que pasar, para un paseo romántico de madrugada a la luz de la luna y con el murmullo de las olas como música de fondo.
¡Ah! Volveré.

sábado, 12 de marzo de 2011

japon

Hoy no voy a escribir nada de mi. Pero sé que alguien me sigue desde Japón. Así que hoy este pequeño detalle de mi parte, para ese o esa que me sigue desde allí. Os deseo todo el ánimo para que podáis, y podréis salir y seguir adelante.

domingo, 6 de marzo de 2011

carnavales

Ya estoy en casa, en el sofá, descansando del fin de semana. Ayer, salí con mis amigas en A Coruña para celebrar el carnaval. Cenamos y luego salimos de fiesta, y por la calle se veía a casi todo el mundo disfrazado. De pronto, ves que mucha gente se disfraza de sus dibujo animado o ídolo favorito de la infancia, y no solo los niños. Digamos que los chicos y chicas de nuestra edad también se retrotraen a la infancia, y de pronto ves a alguien disfrazado de Arale, un grupo de desollinadores y a Mary Poppins, o los lagartos de V. Nosotras no fuimos menos, y directamente nos disfrazamos de niñas pequeñas. Imaginaros, cinco niñitas con mandilones de colores chillones y dos coletas con los lacitos a juego, coloretes, pequitas y una piruleta tan grande que nos podíamos esconder la cara detrás de ellas.
Pero, ¿qué hacían estas niñas en la infancia en carnaval? Pues yo, seguía la tradiciones de mi aldea. Te disfrazabas de "choqueiro" (dudo que haya palabra en castellano para este concepto), es decir, una falda de tu abuela, una camisa de tu abuelo, el mandil de tu tía. La cuestión era ir los más irreconocible posible, así que careta que te asfixiaba, y un palo para alejar a alguna persona indeseable que se acercaba alejarlo. Ni que decir tiene que no engañábamos a nadie, y todos nos conocían, aunque cada vez que nos intentaran hacer hablar movías la cabeza como una loca diciendo, ¡no, no, no! Pues así nos juntábamos algunos niños y niñas, con aquellas pintas de andrajosos y harapientos e íbamos casa por casa para pedir. Si, como si en navidad fueras a pedir el aguinaldo, pues la tradición en mi aldea era esa, ir a pedir, supuestamente filloas y orejas (ambos postres típicos de la época en Galicia) pero realmente te daban dinero, bueno dinero, alguna monedilla, si llegabas a los 20 duros, e decir, 100 pts (al cambio unos 60 cents de €) a dios gracias. Pero bueno, ya juntabas monedillas para los chuches del domingo. Pero creo que nunca nos llegaría para comprarnos una piruleta como la que llevábamos ayer.
 

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