xoves, 28 de xullo de 2011

las cicatrices

Hoy alguien me escribió lo bueno que era ver mi cicatriz en el pecho y lo orgullosa que estoy con ella. Bueno, bueno, orgullosa lo que se dice orgullosa no estoy, no deja de ser una cicatriz. 
En realidad no tengo una sola cicatriz, sino tres, aparte de las de los drenajes. Una de la operación paleativa, que va desde mi pecho derecho hasta casi mitad de las espalda pasando por debajo del brazo. No sé exactamente que técnica han utilizado, pero ni puntos ni grapas, creo recordar que como unos alambres interiores o algo así, no lo recuerdo bien. Esa es la que peor está curada. En ropa de diario es la que suelo tapar, es decir, un escote precioso de espalda no lo suelo poner.
La otra es la del marcapasos, que está situada en la parte izquierda de mi torso un poco más arriba que la cintura. La gente se sorprende de que no esté en el pecho. Yo lo agradezco, con lo fea que está, porque cuando va para curarse tienen que volver a cambiarme la pila.
La del pecho. La que más se disimula, y eso que se ve bien. Es verdad que tuve una época en la que la odiaba. La adolescencia, ya sabemos como es, ahí la intentaba disimular e incluso miré como quitarla. Parece ser que en España la Seguridad Social te repara las cicatrices si quieres, pero cuando me ofrecieron la opción ya era parte de mi, es tan parte de mi que ni la veo, es verdad, yo visto escotazos, y nunca veo la cicatriz. De cierto, cuando salgo por ahí me acuerdo de ella cuando alguien pregunta: - ¿De que es esa cicatriz? 
- Me operaron del corazón.
- ¿Y eso?
- Ya ves, mal de amores.
No os sorprenda, yo soy así, mi humor es así. 
Os voy a contar una buena historia. Como sabeis mi cicatriz está entre pecho y pecho, y digamos que algunas personas cuando te están hablando no solo te miran a los ojos de la cara. Cuando me suele pasar eso, al rato suelo decir: - Que, ¿te gusta mi cicatriz?
A lo que suelen responder: - Si ya me había fijado - o algo parecido. Pero hubo una vez, que un chico se pasaba mirándome lo ojos fijamente mientras hablabamos, pero no a los ojos de la cara precisamente. Además con bastante descaro. Harta ante tanta osadía descarada le solté la preguntita, a lo que el rapaz respondio:- ¿Qué cicatriz?. Con perdón anticipado a los que se escandalicen por mi respuesta, le solté: - La que tengo entre teta y teta. Ni que decir tengo que se puso rojito como un cherry.
Es verdad que no toda la gente lleva las cicatrices como yo, pero yo creo que es parte de mi personalidad y forma de pensar que tengo, muy liberal, por eso no es que las lleve con orgullo es que directamente me he olvidado de que las tengo.

martes, 19 de xullo de 2011

nosotr@s y l@s demás

Escribir esta entrada es una cuestión un tanto complicada. Primeramente, existe diferencia entre un "nosotr@s" de la adultez y un "nosotr@s" de la infacia. Sin duda. Digamos que la adultez hace que ya pensemos. No es que infancia no pensemos, pero la diferencia en la calidad del pensamiento es muy distinta. En la edad adulta, la mayoría de las personas analizamos las situaciones desde varios puntos de vista con infinidad de variables, y en estos pensamientos también influyen la personalidad y las emociones que "nosotr@s" tenemos y compartimos con "l@s demás". Por eso en la edad adulta "nosotr@s" somos mucho más diferentes llevando nuestra cardiopatía que en la infancia. Los hay más pasivos y los que somos más luchadores, que por mi escaso conocimiento de número, creo que somos los más. Quizás la diferencia entre "nosotr@s" de cardiopatías congénitas es eso, que son congénitas, que forman parte de nuestra persona y personalidad desde el nacimiento, son parte de "nosotr@s", como ese antojo de nacimiento. Nos acompañan en nuestra evolución como hombres y mujeres, y según vivamos nuestra cualidad de cardiópatas congénitos a través de los años, seremos más o menos fuertes y luchadores y luchadoras. 
Y "l@s demás". Restringamos un poco el círculo de "l@s demás" a nuestra familia, pues son las personas que nos rodean desde nuestro nacimento. Las madres, los padres, hermanas y hermanos, abuel@s y alguna tía y tío más próximo a "nosotr@s". Deciros que a través de la evolución nuestra como personas, evolucionarán nuestras relaciones con esas personas próximas que tanto nos quieren y nos cuidan. Mientras somos niñ@s se esmeran en nuestro cuidado, a veces a mi parecer demasiado, sobre todo las madres, aunque ahora también los padres. No os ofendais, hay padres y madres para todo, pero un día tocaré el tema de la sobreprotección. 
Pero ya no somos niñ@s, si no que estamos en una edad donde, la mayoría de "nosotr@s" somos independientes. Obviaremos momentos de bajón donde necesitamos cuidados. Digamos que en el resto de nuestro tiempo somos independientes. La mayoría tenemos o aspiramos a lo que aspira (o debería aspirar) el resto de las personas, a nuestra autorealización como persona. Pero creo que la mayoría de "nosotr@s" en un momento de nuestra vida o en varios o en casi toda nuestra vida tenemos que ir demostrando a "l@s demás" que no solo necesitamos esa independencia sino que podemos conseguirla (sin generalizar totalmente), por eso luchamos, porque nos cuesta más demostrar que podemos, aún sabiendo nuestra limitaciones que llegamos a aceptarlas y las asumimos y hasta nos llevamos genial con ellas, tenemos que demostrar siempre que podemos. Si lo pienso bien, no solo lo queremos demostrar a "l@s demás" sino a "nosotr@s". Por eso somos luchadores y luchadoras la mayoría de las personas con cardiopatía congénita.
Creo que en esas demostraciones a lo largo de nuestra evolución como persona independiente hace que "l@s demás" que nos rodean vayan cambiando su relación con "nosotr@s", ven nuestros logros, nuestro camino a la independencia, y la mayoría aceptan esa independencia, pero siempre con el ojo de la preocupación puesto en la retaguardia. De eso "nosotr@s" no nos libraremos, pero decir, que por muy luchadores y luchadoras que apreciamos eso de "l@s demás". Gracias por respetarnos y cuidarnos.

luns, 18 de xullo de 2011

el gimnasio

día 1
Ahora tengo un gimnasio debajo de casa. Lo cual me hacía preguntar que disculpa tendría ahora para no hacer algo de ejercicio en mi vida cada vez más sedentaria. La disculpa que ponía era que estaba lejos y al ir y venir andando se me hacían las tantas de la noche y en invierno con el clima de aquí es un suplicio. Pero al tenerlo justo debajo de casa, esa disculpa carece de todo valor.
Visto lo visto, el miércoles pasado me planté en el gimnasio que resultó ser una sala de fitness para mujeres (no haré publicidad). Información mutua, yo de mis circunstancias, ellas de sus servicios. Me convencieron. Bueno vale, ya iba muy convencida, pero me convencieron más. También me realizaron un estudio, es decir, me midieron de todo, me pesaron y me miraron el indice de grasa, por cierto, algo alto demás.
El sitio resulta ser una sala con varios aparatos en circulo que forman un circuito. Entre aparato y aparato, todos ellos hidraúlicos, hay lo que llaman una estación de descanso, donde encima de una tarimita tienes que hacer marcha, a ritmo que hagas el ejercicio en los aparatos. Eso es lo bueno, tú marcas tu ritmo, así ves a mujeres que van rápido y otras que van más lentas.

día 2
Como hacía más de diez años que no iba a un gimnasio, la ropa deportiva había desaparecido de mi armario, y la poca que había la usé como ropa de andar por casa, así que no quedó otra que ir de compras. ¡Con lo poco que me gusta ir de compras!. Mínimo, unos tenis (deportivas, bambas, zapatillas, playeras, ..., a depende del lugar) y unos pantalones, de paso unas camisetas. Lo conseguí. Aunque uno de los pantalones que me había agenciado los tuve que devolver, los de Hello Kitty, snif. Eso si, los tenis son unos adidas preciosos con detalles rosita, ¡son tan monos!

día 3
Hoy tocó empezar el ejercicio. Iba algo cagadilla ¡uy, perdón!, con algo de miedo. Hay que dar dos vueltas al circuito, una media hora de ejercicio a mi ritmo. Bien, fuí tan a mi ritmo que no sudé ni una gota. Hice las dos vueltas casi sin despeinarme. Claro que los primeros días están para familiarizarte con los aparatos, y descubrí usándolos que tenía en mi cuerpo músculos que no sabía que existían. Quizás lo peor no fueron las dos vueltas al circuito, sino los estiramientos de después. Si con los aparatos descubrí músculos, con los estiramientos descubrí que también se pueden usar, y que por no usarlos, están como están, atrofiados. Así estoy, atrofiada de tanto sendentarismo. 

día 4
Mañana vuelvo.

luns, 4 de xullo de 2011

5 años

Hoy es 4 de julio. Los norteamericanos estarán celebrando su día de la independencia. Hoy hace cinco años que pasé mi primera noche en esta casa, y hoy, cinco años después, lo más seguro es que sea mi última noche aquí.
Miro a mi alrededor, y la sala esta casi vacía. Poco más me queda que la televisión, y dos cuadros, uno pintado por mí en la escuela, cuando iba a clases extraescolares de dibujo y pintura, la única que no requería esfuerzo físico. El otro de una de mis niñas, ya sabeis, esas que compartieron mi vida durante los últimos tres años. 
Me llevé casi toda esta casa a mi otra casa. Un montón de bolsas, cajas, alguna malete de ida y vuelta. Cosas. Muchas cosas. Demasiadas cosas. Pero si hago balance de estos cinco años, ¿que es lo que realmente me va quedar? Los recuerdos.
En cinco años he compartido piso con seis chicas. El primer año, las dos muy distintas entre si y muy distintas a mí. Con ninguna acabé teniendo una relación muy intensa. Pasaron por aquí un curso, como si pasaran solo viajando, no dejaron ni huella.
El segundo año compartí piso con dos chicas extrangeras; una checa y la otra polaca. Fué un año muy malo. Con la checa tuve inmensos problemas. Llegué a no querer compartir espacio con ella, fué un año donde tuve una gran depresión que también era por otros motivos. Mi habitación era mi gran refugio, podía pasarme horas y horas allí encerrada. Pero gracias a internet ese años hice un montón de amigas, pero esa es otra historia que en otra ocasión contaré. Con la polaca me llevaba muy bien. Era mi vía de escape en la casa. Sigo teniendo relación con ella. Admiro a esa chica. Se vino de Polonia a España. Luego se fué a Gabón, y ahora vive un Bruselas.
El resto de los tres años que quedan ya sabeis. Mis niñas. Desde el primer año, formamos una buena piña. Formamos una pequeña familia. Nos contabamos las cosas unas a las otras. Echaré de menos el cachondeo de una y la cama de la otra, donde siempre que llegaba de estudiar primero y luego de trabajar me sentaba y hablamos un ratito. 
La vida se rige por ciclos, y hoy estoy cerrando un de ellos. Un ciclo de cinco años exactos. 
Hoy estoy muy triste. Sé que cambio para mejor, y que habrá otro ciclo, con sus cosas malas y sus cosas mejores. Aún así no puedo evitar que lágrimas corran por mis mejillas de vez en cuando. No os preocupeis, mañana comenzará otro ciclo y seguro que estaré bailando.
 

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