sábado, 19 de febreiro de 2011

el primer día de instituto

He contado cosas de mi infancia y cosas actuales, pero aún no he contado nada de mi adolescencia.
No ha sido una época de mi vida muy buena, no ha sido malísima tampoco, pero no tengo la sensación de que haya sido importante en mi vida, o si lo fue, pero como no tengo muy buenas sensaciones de ella; prefiero obviarla. Quizás por eso, consciente o subconscientemente, mi disco duro haya degradado al fondo de su memoria esos años. 
En esos años, solemos estudiar en el instituto. Cuando yo fuí, aún existía el BUP (Bachillerato Unificado Polivalente) y el COU (Curso de Orientación Universitaria). Si los cursabas en edad normal, pasabas cuatro años que iban desde los 14 a los 18. Mi secundaria fue nefasta, es decir, peor que mala. No  me adapté al centro en el que me metieron, y al que yo no quería ir, ni me gustaba estudiar en absoluto. 
No contaré en esta entrada, y pueda que en ninguna otra, como fui arrastrando asignaturas de un curso para otro hasta que en un primer intento lo abandoné después de repetir el COU. Pero si contaré como nunca me adapté a un instituto que a pesar de que era público en cierta forma parecía privado. ¿En qué? os preguntareis, pues en los alumnos (la inmensa mayoría) que a el asistían. Casi todos eran lo que denominamos en España pijos. Que me perdonen amigas y personas que allí han ido a cursar sus estudios, pero era así. 
Llegué a un instituto donde la mayoría eran hijas e hijos de abogados, catedráticos, doctores, maestros, empresarios... que con sus posibilidades vestían mejor que yo (marcas) e miraban a gente como yo que vestía ropa del mercadillo y eramos más de pueblo. Con la edad sabes que no todos eran así, pero de aquella te sentías fuera de lugar. Pero no me quedó otra y fui allí a "estudiar".
El primer día de instituto descubrí otro mundo. Allí entré en aquel antiguo edificio de piedra que parecía más un convento que un centro de estudios de secundaria. Entré por la puerta donde había una lista donde te designaban el grupo de 1º de BUP y el aula a la que te deberías dirigir. Me dirigí al pasillo donde se encontraba mi aula y fuí descubriendo corrillos de muchachas cuchicheando con muchachas todas monas incluso maquilladas y con taconcitos (¡dios mío!) y muchachos hablando más alto con muchachos con sus pelos todos engominados (¡idem!), y lo peor de todo, todos se conocían de su colegio, y de mi colegio no iba nadie. Yo no conocía a nadie, no tenía amigas con las que cuchichear sobre nada, yo no tenía amigas ni nada sobre lo que cuchichear. Pero aún hubo algo que me alucinó más en ese pasillo, había una niebla difuminada a lo largo del mismo. La mayoría de las muchachas y más mayoría de los muchachos tenían entre sus dedos cigarrillos que entre cuchicheo y frase aspiraban para soltar el humo, ellas con una cadencia glamurosa de "este lapiz de labios realza su carnosidad" y ellos con un soplo más intenso de "nenas, aquí llegó el mas chulo de la ciudad". 
Aún así, tengo algo bueno que contar de ese día. Fue el día que volví a vivir plenamente después del duro postoperatorio de la Fontan. Había pasado un verano donde apenas salía de la cama y cada quince días ingresaba en el hospital con pleuritis. A partir de aquel día, madrugué y vivía el día a día para ir a "estudiar" al instituto y solo tuve una pleuritis más en el mes de enero (creo recordar).


1 pensamientos externos:

benjamin dixo...

Lo de pleuritis suena a agradable, vamos. Creo que después de un fontan siempre hay "achaques", unos más graves que otros, pero sí, después de la operación te cambia la vida.

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